Lost in translation: como un mensaje real se vuelve engañoso por la traducción y replicación

La reutilización sucesiva de los mensajes hace que se cometan imprecisiones que pueden convertirlos en engañosos

Poca de la información que encontramos en Internet es original. La mayor parte es contenido reciclado de otras fuentes, de modo que en la reutilización, adaptación y traducción sucesiva de los mensajes, a menudo se pierden detalles y se cometen imprecisiones que, en ocasiones, pueden convertir una información real en engañosa.

También es importante considerar el impacto que esta práctica puede tener en la fiabilidad de las fuentes. La difusión de información falsa o engañosa puede mermar la confianza de los usuarios en una fuente determinada; por tanto, la proliferación de contenido no original no solo pone en duda la precisión de la información, sino también la integridad del medio que la ha difundido en sí mismo.

De momento, os adelantamos que la deshidratación no es la causa más común de confusión mental, y que dejarte los calcetines puestos no aumentará tu probabilidad de tener orgasmos. ¡Lo explicamos!

La deshidratación en personas mayores

Estos días corre por WhatsApp un texto que se ha atribuido a Arnaldo Lichtenstein, un médico de medicina interna brasileño. El mensaje advierte del elevado riesgo que presentan las personas mayores de sufrir deshidratación, dado que la falta de líquidos sería, según el texto, “la causa más común” tras la confusión mental, una condición relativamente común entre las personas mayores. Sin embargo, esto no es preciso (es una de las principales causas, pero no la mayoritaria), y el médico tampoco pronunció estas palabras concretas.

Si rastreamos el origen del mensaje, nos topamos con una historia ligeramente distinta. El texto «está adaptado de una entrevista» que una periodista le hizo «hace unos 16 años», tal y como ha explicado Lichtenstein a Verificat. El escrito ha sufrido diversas modificaciones en comparación con el contenido que se publicó originalmente en 2010 en el libro Salut- L’hora és ara, que hacen del mensaje un texto impreciso. En el contenido original, por ejemplo, Lichtenstein incluye tres causas “principales” en la confusión mental de las personas mayores, pero ninguna de ellas es la deshidratación.

El texto cae en otros mensajes engañosos fruto de la mala traducción y reinterpretación y llega, incluso, a pedir a las personas que lo reciben que lo reenvíen, una petición que no consta en ningún lugar del mensaje original. Hemos hablado de ello aquí.

Calcetines y orgasmos

Un caso parecido lo encontramos en la historia de los calcetines y los orgasmos (y no, no es clickbait): desde 2005, multitud de webs han publicado artículos (1,2,3,4,5, entre otros) asegurando que tener relaciones sexuales con los calcetines puestos aumenta la probabilidad de tener orgasmos, algunos incluso asegurando que lo hace en un 30%.

Actualmente, no existe ningún estudio que lo demuestre y mucho menos que destaque un porcentaje de probabilidad. El dato se ha extraído de un artículo publicado en la BBC en 2005, que hablaba de un estudio realizado con un grupo demasiado reducido para ser una muestra representativa.

Verificat se puso en contacto con el autor principal del artículo, Gert Holstege, profesor emérito de la Universidad de Groningen, y este explicó que “la idea de que las mujeres con calcetines tienen más posibilidades de tener un orgasmo no proviene de un artículo científico, sino de periódicos que me entrevistaron después de una presentación de los conceptos básicos del orgasmo en hombres y mujeres”.

Holstege relata que durante el estudio las participantes pidieron calcetines porque tenían los pies fríos, pero en ningún momento se presentaron los calcetines como importantes durante las actividades sexuales. La conclusión de que tener sexo con calcetines aumenta un 30% la probabilidad de orgasmo, pues, no fue una conclusión del estudio original, aunque multitud de webs han difundido el dato en los últimos años.

La importancia de la fuente

Las palabras de estos expertos se han copiado, interpretado y traducido tantas veces que han dado lugar a un mensaje falso o engañoso. Es fácil caer en esta trampa, y por eso, lo mejor que podemos hacer es buscar el mensaje original.

Las fuentes son el origen de una información, la entidad o persona a la que leemos, escuchamos o vemos. Hoy en día cualquier persona puede compartir una información que no pase ningún filtro de calidad, y por eso debemos ser nosotros quienes escogemos activamente cuál es la mejor fuente para informarnos sobre un tema. De esto hablamos en la Cápsula 2- Verificamos con 4 preguntas, disponible de forma gratuita aquí.

¿Cómo sabemos si podemos confiar en una fuente? Esto dependerá de su experiencia, historial y reputación, pero también del tema del que hable, del contexto en el que lo haga y de las motivaciones que pueda tener para hablar de ello. En la mayoría de ocasiones la información que recibimos no nos llega de forma directa de la fuente original, lo que hace más probable que se altere, se tergiverse o se pierdan detalles importantes, como ocurre con el juego del teléfono.

Una fuente primaria es el interlocutor con conocimiento directo de algo. En este caso, las fuentes primarias serían los expertos que han emitido afirmaciones que posteriormente se han manipulado. Las fuentes secundarias son, pues, los interlocutores sin conocimiento directo que reproducen o interpretan los hechos explicados por una fuente primaria. En ese caso, corresponden a la persona que haya creado el mensaje de difusión de WhatsApp o los medios que han publicado un artículo sobre la influencia de los calcetines en el sexo.

Una fuente secundaria puede ser confiable si realiza un buen tratamiento de la información, sin tergiversarla ni esconder partes, y si nos refiere a la fuente primaria para que podamos consultar por nosotros mismos que lo que nos dicen es verídico. Cuando nos preguntemos si una fuente es más o menos confiable, nos basaremos en tres factores: si busca influenciarnos, si dispone de experiencia para hacer la afirmación y si ha compartido desinformación otras veces.

El juego del teléfono ilustra perfectamente cómo se esparcen este tipo de noticias y el funcionamiento del boca-oreja. Alguien cuenta una historia a otra persona y cada vez que un nuevo individuo entra en la ecuación, se incluyen algunas modificaciones, aunque sea de forma inconsciente. Quizás los puntos principales se han mantenido, pero es fácil que algunos detalles hayan sufrido modificaciones por esta transmisión entre personas.

Además, una vez difundido, es muy difícil identificar quién ha empezado a esparcir el rumor, ya que cada persona que ha transmitido la historia puede haber añadido detalles casi imposibles de rastrear.

Por eso, antes de difundir una información de la que no hemos comprobado la veracidad, hagamos el ejercicio de rastrear de dónde ha salido, y si no encontramos la fuente original, ¡lo mejor será que no lo compartamos!