La magia no existe y los superalimentos tampoco

La etiqueta corresponde a una estrategia de marketing, ya que ningún alimento puede sustituir a una dieta equilibrada


Imagen: Racool_studio

¿Qué se ha dicho?

Que los superalimentos disponen de una composición nutricional que les otorga propiedades milagrosas.

¿Qué sabemos?

Los superalimentos no existen como tales y la etiqueta corresponde a una estrategia de marketing. Si bien es cierto que los alimentos clasificados dentro de esta categoría pueden tener propiedades beneficiosas para la salud, ningún alimento puede sustituir a una dieta equilibrada por sí solo.

Espirulina, kéfir, chía, quinoa… a menudo estos productos se comercializan como “superalimentos”. Varios programas difundidos recientemente en YouTube destacan su composición nutricional, supuestamente rica en proteínas, vitaminas, minerales, antioxidantes o probióticos, como justificación de la etiqueta. El concepto de superalimento también está muy presente en medios digitales, donde abundan los titulares clickbait, que resaltan las supuestas propiedades milagrosas de un producto. Un reciente estudio sobre el uso del término en los medios digitales escritos en inglés encontró 136 alimentos clasificados bajo esta etiqueta.

En realidad, sin embargo, “los superalimentos no existen, al menos no con esta idea que llevan asociada de propiedades curativas, únicas e independientes del conjunto de la dieta”, sentencia en declaraciones a la web del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Jara Pérez, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTAN) y autora del libro Los superalimentos (CSIC, 2021). “Debemos cuidar el perfil global de la dieta y, a partir de ahí, es una elección personal si incluir aquellos alimentos conocidos como superalimentos”, concluye la experta, dado que “la chía es igual de 'súper' que las lentejas o que una naranja”.

Una palabra sin definición

El término, utilizado por primera vez en la primera mitad del siglo XX y popularizado en los años 90, no es un concepto científico ni está definido por la entidad reguladora de alimentos americana (FDA) ni europea (EFSA). La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) lo considera un modo “informal […] para referirse a alimentos que puedan aportar vitaminas, minerales, proteínas, fibra y otros nutrientes o sustancias […] susceptibles de contribuir al buen funcionamiento de las funciones fisiológicas del organismo” pero recuerda que “no es una declaración nutricional ni de propiedades saludables autorizada”. Es decir, que su uso en el etiquetado y publicidad de los alimentos no se corresponde a ninguna categoría de la normativa vigente (reglamentos 1924/2006 y 1169/2011).

El concepto superalimento es sólo “una estrategia de marketing” para la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND). La institución académica añade que la mayoría de los alimentos que se venden con el prefijo “súper-” tienen un punto exótico (vienen de zonas lejanas) y son de reciente uso en Europa (la normativa europea los llama “nuevos alimentos”).

Ningún alimento sustituye a una dieta equilibrada

La ausencia de una definición oficial hace que la decisión de qué incluir bajo el paraguas de los superalimentos dependa del criterio de cada persona o institución. Algunos de los productos más repetidos con esta etiqueta son las bayas de goji (que suelen recomendarse por su alto contenido en antioxidantes y fibra), la quinoa (fuente de proteína vegetal y aminoácidos esenciales), las semillas de chía (ricas en ácidos grasos) o el té kombucha (que contiene probióticos). “Se ha demostrado que los nutrientes contenidos en estos alimentos [los que reciben la etiqueta de superalimentos] tienen diversas propiedades beneficiosas para la salud […] pero existen dificultades a la hora de aplicar los resultados de los estudios en dietas reales”, concluye el Consejo Europeo de Información Alimentaria (EUFIC).

Estas dificultades pasan porque la mayoría de los trabajos no se han llevado a cabo en humanos, sino en animales de laboratorio o sobre tejido celular, según concluían dos revisiones sistemáticas (1 y 2) que evaluaron los beneficios en la salud de supuestos superalimentos como los mencionados. Y cuando se han realizado ensayos en humanos, complementan la AEND y el EUFIC, o bien se han empleado cantidades de nutrientes mucho más elevadas de los que aporta una dieta normal, o bien se han estudiado los alimentos aislados. Es decir, que no existe evidencia de que estos productos, en la vida real, tengan efectos beneficiosos sobre la salud de las personas.

De hecho, ningún alimento es capaz de prevenir enfermedades, mejorar la salud o curar a una persona. "Las dietas pueden ser terapéuticas", afirma en conversación con Verificat Giuseppe Russolillo, presidente de la AEND, pero "un alimento por sí mismo no es capaz de (…) provocar la recuperación de una enfermedad bajo ningún concepto".

Tanto el EUFIC como Jara Pérez, del ICTAN, coinciden en apuntar que todos los compuestos que se asocian a los productos promocionados como superalimentos se encuentran presentes en los alimentos vegetales, por lo que las necesidades nutricionales diarias están aseguradas “si tomamos cantidades elevadas de frutas, verduras legumbres, frutos secos y cereales integrales”.

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