El CO₂ causa el calentamiento global, aunque respirarlo no afecte a la salud de las personas

Altos niveles de CO₂ en un entorno cerrado no causan fallecimientos, pero en la atmósfera pueden causar un gran impacto


¿Qué se ha dicho?

Como el CO₂ no afecta a la salud de las personas cuando se encuentran en entornos cerrados como las saunas, el que se emite en la atmósfera tampoco es malo. 

¿Qué sabemos?

Aunque un exceso de CO₂ generalmente no afecta a la salud de las personas, su emisión es perjudicial para el planeta porque tiene la capacidad de absorber el calor procedente de la superficie de este, dando lugar a un aumento de la temperatura global y, por ende, a cambios profundos en la circulación atmosférica. 

Un programa de radio presente en plataformas como Ivoox (más de 1.200 escuchas) y Spotify, y que además tiene canal en Twitch ha señalado durante uno de sus episodios que el asunto del CO₂ (dióxido de carbono), vinculado al calentamiento global (no lo dicen literalmente, pero cuestionan el dato de que hay entre 300 y 400 partes por millón), “es una bola”. Para ello, se valen de una comparación con una sauna, señalando que en este ambiente se dan altas concentraciones de este gas y “no se muere nadie”. Es un razonamiento ENGAÑOSO. Es cierto que las altas concentraciones de CO₂ en un entorno cerrado y con altas temperaturas como una sauna no causan fallecimientos, pero eso no significa que tales concentraciones de CO₂ en la atmósfera, incluso más dispersas, no puedan causar un impacto a gran escala. De hecho, existen numerosas evidencias de que el dióxido de carbono es el principal causante del calentamiento global, como ya explicamos.

Esto todo es un puto invento […] Cuando te pones en la sauna, con el CO₂ y a 60 o 70 grados, no se muere nadie […] La sauna solo ya prueba que esto del CO₂ es una bola. Tú cuando estás en el juzgado […] producís de 2.000 a 3.000 partes por millón (ppm) de CO₂ en una sala […] ¿Se murió alguien? […] No, nadie. Resulta que tenemos 300 – 400 y pico ppm, también te lo dicen ellos [los científicos], que se lo sacan de sus cojones morenos

Los GEI: cómo afectan a las personas y al planeta

Existe cierta confusión sobre cómo influyen los gases de efecto invernadero (GEI) en la salud de las personas y cómo afectan al mismo tiempo al planeta. Por ejemplo, hay quien cree que el humo negro que sale de los tubos de escape de los coches, y que daña los pulmones si se respira, es el mismo que el que se queda encallado en la atmósfera y produce el llamado ‘efecto invernadero’. 

Lo cierto es que, aunque los vehículos emiten dióxido de carbono, un gas que no resulta tóxico para los humanos, pero que es el principal causante del efecto invernadero, también emiten otros gases que sí dañan nuestra salud, y que no están relacionados con el calentamiento global, como el dióxido de nitrógeno (NO2) y monóxido de carbono (CO). El CO2 es un gas inoloro e incoloro que, incluso en exceso, no hay evidencia de que dañe la salud de las personas, aunque es algo sobre lo que los científicos se encuentran investigando actualmente. 

Por tanto, señalar que el CO2 no causa daños a nuestra salud para deslegitimar el efecto que puede tener en el planeta es falaz. 

“El CO2, como tal, es mínimamente tóxico”, señala a Verificat Katrin Burkart, profesora de Ciencias de la Métrica de la Salud en el Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington. La experta recuerda que aunque este gas es el subproducto de la quema de combustibles fósiles, “también se forma intracelularmente en el cuerpo humano como un subproducto del metabolismo y luego se emite a los alrededores a través de la exhalación”, la salida del aire de los pulmones.

Por esta razón, respirar CO₂ en altas concentraciones en saunas “no suele ser un problema” debido a su baja toxicidad, señala la experta, aunque es cierto que “durante un período prolongado, se producirían síntomas como mareos y dolores de cabeza”. 

La falaz comparación de una sauna con el planeta Tierra

Que el exceso de CO2 no afecte a la salud de las personas —al menos, no de forma inmediata—, no significa que no tenga consecuencias directas en el ecosistema, incluso en muy pequeñas cantidades. Tal y como señala el ambientólogo Andreu Escrivá en su libro ¿Y ahora yo qué hago? (Capitán Swing, 2020) “pasar de 280 [en 1958, cuando comenzaron los registros] a 410 partes por millón [la medida que se utiliza para estimar la concentración de este gas en la atmósfera, que significa cuántas unidades de tal sustancia hay por cada millón de unidades del conjunto], la concentración que se alcanzó [en la atmosfera] en 2019, puede parecer un incremento desdeñable”. Esto sería como “repartir una cucharada sopera de agua entre 920 copas de vino”, compara el experto. A su juicio, nadie notaría la diferencia si probáramos el vino, pero con el clima, esta pequeña variación es sentida por “todos y cada uno de nosotros”. 

Es algo en lo que coincide también Burkart, quien recuerda que el impacto perjudicial del CO2 no se debe a la privación de oxígeno y la asfixia —suspensión o dificultad en la respiración—, sino al impacto que tiene el CO2 en el balance energético terrestre: “Si bien no es tóxico per se, es un gas de efecto invernadero relevante que absorbe y emite radiación infrarroja, lo que hace que la atmósfera se caliente. Las temperaturas más altas pueden estar asociadas con olas de calor, cambios en la circulación y varios eventos climáticos extremos y desastres”.

El efecto del CO2 en las temperaturas del planeta

Como explicamos en este artículo, el hecho que el CO₂ tenga esta capacidad de atrapar el calor tiene que ver con sus cualidades físicas y químicas. Tal y como indica este artículo divulgativo de la Universidad de Columbia (EE UU), la complejidad de las partículas de dióxido de carbono hace posible la interacción entre estas y la energía de la superficie de la Tierra, que viene a su vez de las ondas infrarrojas del Sol. Así, la partícula de CO₂ vibra y re-emite la energía en todas direcciones: la mitad sale disparada de nuevo hacia la atmósfera, mientras que la otra mitad vuelve a la Tierra, produciéndose un incremento de temperatura. 

Es así como se forma el famoso ‘efecto invernadero’, de lo cual, por cierto, también se habló por primera vez hace 163 años. 

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Esta verificación se ha realizado en colaboración con Climate Feedback a través de Climate Science Desk, una iniciativa apoyada por el programa de becas de la International Fact-Checking Network.