No hay evidencia de que las mujeres sincronicen el período menstrual 

El estudio en el que se basa la afirmación presentaba una metodología incorrecta y el efecto podía deberse al azar


Seguro que habéis oído decir alguna vez que las mujeres que comparten tiempo y espacio juntas acaban sincronizando sus períodos. En realidad, no hay ninguna evidencia científica que pueda demostrar este fenómeno.

La sincronización de los ciclos menstruales, conocida con el nombre de efecto McClintock, fue descrita por primera vez en un artículo científico de 1971, pero años más tarde diversas investigaciones concluyeron que el estudio original presentaba una metodología incorrecta y que la sincronización del ciclo menstrual observada podía ser debida simplemente al azar. ¡Te lo contamos! 

La psicóloga estadounidense Martha K. McClintock fue la primera investigadora en indagar sobre la sincronización menstrual de las mujeres. Era el año 1971 y su investigación fue publicada en la revista Nature. La investigadora analizó 135 alumnas de entre 17 y 22 residentes de un instituto, y concluía que las mujeres que más compartían tiempo y espacio acababan sincronizando sus ciclos menstruales durante el curso académico. El artículo no encontró explicaciones a este hecho y dejaba diversas hipótesis abiertas, pero a partir de entonces la sincronización de los períodos menstruales pasó a conocerse con el nombre de efecto McClintock

Años después de la publicación del primer artículo, diversos estudios, entre ellos este de 1991 o esta revisión de 1992 publicados en la revista Psychoneuroendocrinology o este de 2002 publicado en el Journal of Comparative Psychology, intentaron replicar los resultados de McClintock, sin éxito. Pusieron en evidencia diversos errores metodológicos y de diseño del estudio, como la exclusión de participantes sin motivo aparente, los cuales aumentaban de forma artificial la probabilidad de encontrar sincronía menstrual en la muestra, criticando así la investigación de la psicóloga. 

El estudio de McClintock, refutado

En el año 2006, otras investigaciones basadas en estudiantes polacas y chinas pertenecientes a diferentes centros estudiantiles no encontraron ningún efecto de sincronización de sus períodos, asegurando que las mujeres no sincronizan sus ciclos menstruales y que esta percepción podría explicarse por múltiples convergencias y divergencias que suceden a lo largo de los ciclos. “Teniendo en cuenta la evidencia científica existente hasta el momento, no podemos decir que exista una sincronización menstrual entre mujeres que mantienen una relación social estrecha, explica a Verificat Ana Robles, ginecóloga y obstetra del Hospital del Mar de Barcelona. “Sería necesario diseñar nuevos estudios para evaluar este fenómeno”, expresa.

Por tanto, actualmente no hay ninguna evidencia científica que pueda demostrar que las mujeres sincronizan sus períodos menstruales después de convivir en un mismo espacio durante un tiempo determinado, tal como concluyen diversos estudios como este publicado en Human Reproduction o esta revisión sistemática de The Journal of Sex Research

Hipótesis de las feromonas

Diversos organismos, entre ellos algunos mamíferos o insectos, liberan al medio unas sustancias químicas capaces de influir o modificar el comportamiento de otros miembros de la misma especie, y esto es lo que conocemos con el nombre de feromonas. Estas “son sustancias volátiles producidas de forma líquida y que después se dispersan por el ambiente hasta que, a través del olfato, se unen a unos receptores específicos que provocan una cascada de reacciones biológicas que son responsables de los cambios fisiológicos o del comportamiento”, expone Robles. 

Esto sucede en otras especies animales porque tiene un sentido reproductivo”, explica a Verificat Sergio Martínez, director clínico territorial de ginecología y obstetricia del área metropolitana norte del Instituto Catalán de la Salud. Pero “la sexualidad humana es más compleja que un efecto químico dudoso”, añade el experto. 

Aunque McClintock ya hipotetizó en su primer estudio que las feromonas podrían explicar esta supuesta sincronización entre los ciclos menstruales femeninos, “no existe evidencia que soporte este fenómeno [en humanos]”, indica Robles. De hecho, una revisión publicada en la revista Nature en 2006, que analizaba ocho estudios que evaluaban el posible efecto de las feromonas sobre el control del ciclo menstrual, concluyó que existen serias dudas sobre la existencia de feromonas que puedan modular los períodos menstruales en humanos, encontrando además diversos errores metodológicos en los ocho estudios analizados, como inconsistencias en los datos o errores estadísticos. Por otro lado, una revisión publicada en el año 2020 afirmaba que, aunque la comunicación por feromonas en humanos “podría tener un papel en diversas funciones sistémicas […], esta no ha estado definitivamente demostrada”.

Un vestigio de la evolución

Las feromonas en humanos son vestigiales […] y no se ha confirmado que tengan efectos sobre la sexualidad humana”, argumenta Martínez. Aunque “es posible que nuestros ancestros sí que tuvieran algún efecto de las feromonas, […] esto se ha perdido a lo largo de la evolución”, agrega. 

“La influencia de la ovulación depende más del reloj interno de cada mujer—señales hormonales y nerviosos— que no de factores hormonales externos como las feromonas” explica el experto. “La mujer no tiene los celos como los animales, sino que tiene períodos menstruales […] y el ciclo sexual femenino, incluyendo la ovulación y la menstruación, responde a un ciclo interno guiado por el encéfalo —eje hipotalámico-hipofisario— que responde a una ciclicidad (que no es perfecta) que no parece estar afectada por influencias hormonales externas como las feromonas. En cambio, sí que está afectada por factores ambientales como el estrés o la alimentación, pero no parece que haya influencia por la presencia de otras mujeres”, estipula.

Por otra parte, hace falta remarcar que por ahora “no se han conseguido identificar feromonas en la especie humana, ni tampoco los receptores que serían necesarios para que estas pudieran modular el ciclo menstrual”, concluye Robles.