El consumo de información científica: ¿cómo influye la edad en nuestra confianza?

Un estudio señala que los jóvenes españoles no confían tanto en la ciencia como las personas de más de 65 años

Un grupo de investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid y la Universidad de Santiago de Compostela ha publicado recientemente un estudio que señala que los jóvenes españoles no confían tanto en la ciencia como las personas de más de 65 años. En concreto, hicieron una encuesta a 1800 personas, y observaron que, a la pregunta de si estaban de acuerdo con la afirmación de que “la ciencia busca la verdad”, un 72,6% de los encuestados de entre 18 a 24 años estaba de acuerdo, una cifra inferior a la de los mayores de 65 años, grupo en el cual el 90,2% apoyó esta afirmación. 

Los científicos también observaron que el porcentaje de jóvenes de esta misma edad que creen que la ciencia es un peligro para la humanidad casi triplica a quienes sostienen esta opinión entre los más mayores. 

Para Alberto Quian, profesor de Periodismo en la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y coautor del estudio, es “paradójico, y muy preocupante, que las generaciones con mayor acceso a la información y a la educación, las mejor formadas en la historia de España, son las que menos información consumen y las que más desconfían de la ciencia y del periodismo”, e insta a “hacer una reflexión profunda sobre qué está pasando”, tal y como señala un comunicado

Coincide con él Carlos Elías, catedrático de Periodismo en el departamento de comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), también autor del estudio, quien señala que “hay que incidir en los colegios, en los institutos y también en las universidades, en algo que se llama educomunicación, y que implica que los chavales y chavalas entiendan cuáles son las fuentes solventes, qué implica la ciencia, […] y qué es el método científico”. 

Tal como indica el profesional, es de vital importancia empezar la alfabetización mediática informacional (AMI) ya desde el colegio. Por eso, una de nuestras áreas de trabajo es el proyecto educativo Desfake, que busca desarrollar la capacidad del alumnado para evaluar críticamente la información que reciben a través de las redes. Desfake permite mejorar la capacidad para reconocer las fuentes fiables y diferenciar la información rigurosa de la que no lo es. El objetivo del proyecto es formar ciudadanos responsables que cuestionen lo que les genera dudas, se hagan las preguntas adecuadas y tengan las herramientas necesarias para actuar y protegerse frente a la desinformación que se encuentran día tras día en la red; es decir, educar en AMI.

Los recursos, materiales, actividades y guías del proyecto están diseñados para trabajar en el aula, donde el profesorado es el protagonista y se encargará de transmitir lo que aprenda. Las dos primeras cápsulas son gratuitas y están disponibles aquí. Además, si quieres recibir información sobre temas relacionados y estar al día de la última tendencia en desinformación, puedes suscribirte a nuestra newsletter.

Las limitaciones de la investigación están determinadas por la aplicación de una estadística que dificulta establecer correlaciones entre las variables analizadas. Además, al ser una encuesta nacional, los resultados no son extrapolables al ámbito internacional. “Consideramos que estos resultados pueden servir como base para otras investigaciones que permitan descifrar y explicar variables que han podido influir en los comportamientos del público español”, concluyen los investigadores.

Los motivos de esta desconfianza aún son desconocidos, pero ¿qué sabemos del acceso a la información?

Necesitamos información para sobrevivir

Comunicar y recibir información veraz es un derecho fundamental contemplado en la Constitución Española de 1978 (artículo 20.1.d). Necesitamos información para tomar decisiones y relacionarnos con las personas de nuestro alrededor.

Ahora bien: ¿de qué información disponemos? ¿Cuáles son nuestras fuentes? Es fundamental informarnos con contenido de calidad, pero no todo el mundo es consciente del paradigma actual. La llegada de internet ha multiplicado la cantidad de información a la cual podemos acceder, pero identificar el contenido que nos informa con rigor se ha convertido en una tarea complicada.

Todo en su justa medida

Vivimos en un momento de sobreinformación (o infoxicación): la información se mueve en tiempo casi real y de forma acelerada. De hecho, cada minuto se registran más de 330.000 tuits en Twitter, se publican 66.000 fotos en Instagram y se registran casi seis millones de búsquedas en Google (datos de DOMO, 2022).

Todo esto hace menos probable que sea verificada, y la libertad de consumo ha abierto la puerta a la publicación indiscriminada de información imprecisa, sin contraste, irrelevante o incluso manipuladora. Es tal el exceso de información publicada, mucha de la cual, de baja calidad, que hace que sea mucho más difícil procesarla y comprenderla. Es lo que denominamos infoxicación

Como todo, este fenómeno tiene sus consecuencias: si consumimos contenido que, posteriormente, descubrimos que es falso, nuestra confianza en los medios de comunicación o, en el caso del artículo que mencionamos, en la ciencia, se verá mermada.

El impacto de la desinformación

Denominamos desinformación al contenido falso, erróneo o engañoso, intencionadamente o no, que puede ser percibido como real. El concepto engloba, por lo tanto, una gran diversidad de contenidos. La desinformación no esconde siempre detrás una intencionalidad de hacer daño, a pesar de que la consecuencia acabe siendo esa. Una de las formas más famosas de desinformación son las noticias falsas (fake news) que simulan ser piezas informativas de medios de comunicación.

Ante este problema, ¿estamos dispuestos a desarrollar estrategias para evitar ser víctimas de esta desinformación? ¿O preferimos seguir ciegos y asumir sus consecuencias negativas? ¿Conocemos estas consecuencias?

De esto hablamos en la Cápsula 1. La era de la desinformación, disponible de forma gratuita aquí (previo registro en la plataforma).

Comprender el conocimiento científico en las aulas

Para poder entender y evitar tener un pensamiento de desconfianza hacia la ciencia es importante entender cómo se construye el conocimiento científico. De esta manera podremos comprender la rigurosidad que hay detrás de la ciencia y la forma en que razonan las personas que se dedican a ella. 

¿Pero cómo podemos trabajar esto en el aula? La Cápsula 3. Pilares del conocimiento, disponible en la plataforma Desfake, propone llevarlo al aula de la siguiente manera: por una parte, identificando cuáles son los pilares que componen la construcción del conocimiento científico; por otra, evaluando la confiabilidad de las fuentes; y por último, reconociendo los peligros de las pseudociencias

Esta cápsula va a permitir al alumnado entrar en contacto con el método científico, trabajar el consenso científico y a desarrollar un pensamiento crítico delante de las pseudociencias. El objetivo es poner énfasis en la importancia de atender al método y a la evidencia.

Negacionismo y ciencia

Además de la importancia de desarrollar el pensamiento crítico hacia la ciencia, también es relevante entender e identificar cómo se desinforma sobre ciencia, es decir, comprender de qué maneras se pone en duda a la ciencia, la evidencia científica y su construcción, de manera infundada. Esto también es conocido como negacionismo científico.
Para poder profundizar qué técnicas se usan para negar la ciencia, así como todas las repercusiones que generan estas en la problemática del cambio climático, en la Cápsula 7. Desinformación y cambio climático, hay desarrollada toda una propuesta didáctica que gira en torno al negacionismo.