Gabriela Poblet: “El hogar no se reconoce como un lugar de trabajo”

Entrevista a la doctora en Antropología Social y Cultural y autora del libro ‘Criadas de la globalización’

Entrevista a la doctora en Antropología Social y Cultural y autora del libro ‘Criadas de la globalización’

Gabriela Poblet Deni

¿Quién es?

Gabriela Poblet Denti es doctora en Antropología Social y Cultural y profesora en la UAB y en el Centre d’Estudis i Recerca en Migracions.

¿De qué hablaremos?

De los derechos y condiciones laborales de las empleadas del hogar.

Gabriela Poblet Denti (Buenos Aires, 1976) es doctora en Antropología Social y Cultural y profesora en la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) e investigadora en el grupo EMIGRA. También es la fundadora de Europa Sense Murs, una entidad que fomenta proyectos de investigación y consultoría contra el racismo y la desigualdad.

Su trabajo se centra en el estudio de las trabajadoras del hogar en España y Catalunya que proceden de otros países. Lleva a cabo análisis etnográficos para escuchar a muchas mujeres migrantes a fin de conocer sus trayectorias vitales y laborales y sus necesidades. Ahora pasa de los papers a la tapa dura y publica Criadas de la globalización (Icaria, 2024), un ensayo que radiografía las condiciones todavía vigentes en el servicio del hogar: “servilismo y esclavitud”.

P: Según datos de la Seguridad Social, un 44% de las personas que están dadas de alta en el Sistema Especial de Empleadas del Hogar son extranjeras, ¿es una cifra precisa?

R: Hay más. Muchas cuidadoras y limpiadoras han obtenido la nacionalidad y figuran como españolas, aunque sean migrantes. Igualmente, este dato no refleja el porcentaje bastante elevado de economía sumergida que existe en España, calculado en un 30% según la OIT.

Pero esto no implica solamente trabajar sin contrato, sino que a lo mejor trabajas en doce casas y cotizas en tres. Quizás estás así seis meses y después de varias semanas se te caen un par de casas. También hay semanas muy intensas y gente que va cada 15 días a alguna casa.

P: Históricamente, las empleadas del hogar han tenido menos derechos laborales que el resto de trabajadores. Tienen un régimen de protección social diferente, un Sistema Especial, ¿por qué? 

R: Ahora casi la mayoría de los derechos se han equiparado. Lo que pasa es que la familia no es reconocida como empresaria y el hogar no es reconocido como un lugar de trabajo. Y esta es la clave de la cuestión. 

Como antropóloga, creo que tiene que ver con el imaginario cultural. Se sigue pensando que no están totalmente equiparadas y, por ende, no se les terminan de reconocer ciertos derechos. Permanece la idea de una mujer sumisa, sin papeles. 

Pero tenemos que hablar, sobre todo, de la desinformación de la parte contratante, que no asumen que son familia empresaria y deben cumplir con los derechos de las trabajadoras. Todavía ponemos el foco en las trabajadoras inmigrantes: que hay que informarlas, que deben enterarse de sus derechos. 

«Los papeles funcionan como si fueran un favor, un regalo enorme, que tú te lo ganas si estás tres años aguantando determinadas condiciones»

P. Trabajar en B puede suponer una vulneración de los derechos de cualquier trabajador, ¿cómo se manifiesta en el caso de las trabajadoras del hogar y los cuidados?

R: Es un problema, sobre todo, para las que son trabajadoras internas. Aquí hay una impunidad absoluta en lo que es la vulneración de derechos laborales. Se cree que las personas sin papeles no tienen derechos laborales pero, en realidad, sí los tienen. La ley de extranjería lo reconoce y  pueden denunciar si no se cumplen.

Las trabajadoras se enfrentan a comentarios racistas y a extorsiones, a peticiones como quedarse los domingos, o por las noches, aunque sean sus días de descanso, y no pueden hacer nada. No pueden salir, por miedo, y porque no tienen información y acompañamiento adecuado. Yo lo describo como “me aguanté por los papeles”.

P: Una de las motivaciones de estas personas para soportar un trabajo tan duro y, además, con ciertas condiciones, debe ser conseguir los papeles y regularizar su situación. Más allá de eso, ¿es una elección real para estas mujeres? 

R: Tienen que aguantar cualquier cosa. Los papeles funcionan como si fueran un favor, un regalo enorme, que tú te lo ganas si estás tres años aguantando determinadas condiciones. Los papeles hacen de extorsión.

Para ellas el trabajo doméstico y de cuidados no es una elección. La gran mayoría trabajan en esto o se dedican a limpiar porque no tienen otras opciones legales. Si tuvieran que elegir, no lo elegirían. Sobre todo, porque es un trabajo que no acaba de emancipar a las trabajadoras. No tienes compañeras. No tienes con quién ir a charlar en espacios donde circule más información. No hay capital social. No empodera, descapitaliza.

«Lo que hay que ver es que las hijas de las mujeres migrantes que ahora están limpiando, que nacieron aquí o que están estudiando, no están limpiando»

P: Aunque las mujeres españolas se han ido, por lo general, emancipando y pasando a trabajar fuera de los hogares, siguen siendo mujeres las que se ocupan de los cuidados y labores domésticas. En parte, ni el Estado ni los hombres se han hecho cargo. Solo se ha desplazado a otras mujeres.

R: Es precario porque es femenino, pero también es femenino porque es precario y se precariza. No nos olvidemos de que los hombres ya estuvieron en el servicio del hogar. Antes de la industrialización, había mayordomos y sirvientes varones, pero luego se fueron a trabajar a las fábricas, y se quedaron las mujeres rurales y las que no tienen posibilidades en otros trabajos. Fue en la década de los 70 cuando empezaron a llegar las primeras migrantes.

Cuando hay hombres en el servicio del hogar se les da más prestigio. Por ejemplo, se habla de la chica que viene los fines de semana a la vez que del enfermero que viene durante la semana. Esto es infantilismo hacia las mujeres. Le dicen “enfermero”, pero no hay ningún enfermero.

En cualquier caso, el componente de clase es mucho más relevante que el geográfico. Que tengan menos recursos pesa más que su procedencia a la hora de aceptar estos trabajos.

P: ¿Tiene sentido hablar de un cierto progreso respecto a la emancipación de las mujeres o de igualdad de condiciones laborales si siguen siendo las mujeres las que están en la esfera reproductiva?

R: Más que progreso hay un cambio de valores. Y en lo material sí que hay cierto progreso. No obstante, nos queda mucho todavía por recorrer. Sigue habiendo brechas de género, sigue habiendo desigualdad, seguimos teniendo jubilaciones más bajas, seguimos teniendo mucha más carga en la familia, seguimos temiendo que nuestras carreras se vean ofuscadas por la maternidad, por ejemplo, y no hablemos ya de si hay violencia de género.

Lo que hay que ver es que las hijas de las mujeres migrantes que ahora están limpiando, que nacieron aquí o que están estudiando, no están limpiando. Solo en situaciones muy esporádicas. Más allá de las leyes, creo que se necesita un poco una reparación, un reconocimiento a estas mujeres migrantes que ya llevan dos décadas limpiando y cuidando, y apenas tendrán jubilación. Hablar de ellas significa hablar de qué sociedad queremos.