Luchar por la verdad todavía vale la pena
La comunidad global de ‘fact-checking’ se reúne esta semana en Río de Janeiro en un momento en el que la batalla por la integridad informativa es más urgente que nunca.
La comunidad global de ‘fact-checking’ se reúne esta semana en Río de Janeiro en un momento en el que la batalla por la integridad informativa es más urgente que nunca.
La preferencia por la verdad es un valor humano universal. La ciudadanía tiene un deseo innato de verdad y aversión a los mentirosos. Todas las religiones del mundo, de hecho, instan a la veracidad. Se nos dice que no debemos levantar falsos testimonios, que la verdad nos hará libres, que la veracidad conduce a la justicia y que solamente la verdad triunfa.
Desde hace años asistimos a cambios sociales que amenazan los cimientos del autogobierno informado. Las democracias parecen menos estables. Hay una desilusión generalizada con la vida cívica y frustración con los gobiernos. Las redes sociales, en lugar de conectarnos, contribuyen a una cultura de la división y la distracción. La propaganda política y los ataques divisivos son habituales en países tan distintos como Brasil, Estados Unidos, Filipinas, Serbia, Corea del Sur o Georgia. La política ya no es una conversación entre ciudadanos con opiniones distintas, sino una batalla disputada entre enemigos que buscan la victoria total.
Esta semana, periodistas especializados en la comprobación de hechos de todo el mundo nos reunimos en Río de Janeiro para el GlobalFact 2025, nuestra conferencia anual. Es un momento profundamente desafiante para todo aquel que se preocupa por la verdad, los argumentos razonados y la integridad intelectual.
«Los propagandistas y los gobiernos utilizan la libertad de expresión como arma para atacar a los verificadores de hechos acusándoles de censores»
Angie Holan, directora de la IFCN
Uno de nuestros retos particulares es hacer frente al hecho que los propagandistas y los gobiernos utilizan la libertad de expresión como arma para atacar a los verificadores de hechos acusándoles de censores. Basándose en estos ataques, las plataformas tecnológicas han justificado la retirada de expectativas razonables sobre el hecho de que estas empresas impiden que las teorías conspirativas, los falsos ataques o los grupos minoritarios y las estafas financieras se hagan virales. La posición de las grandes tecnológicas es que los usuarios deben comprobarlo todo por si mismos cada vez que se conectan a internet. Estas expectativas no solamente son poco realistas, sino crueles, ya que no ayudan a la ciudadanía a navegar por sus vidas en línea.
Esta retirada malinterpreta fundamentalmente la verificación de hechos y la libertad de expresión. La Red Internacional de Verificación de Hechos (IFCN, por sus siglas en inglés) es un proyecto sin ánimo de lucro del Poynter Institute que apoya y establece las normas para los fact-checkers de todo el mundo. Consideramos sagrada la libertad de expresión. El año pasado, en nuestra conferencia en Sarajevo, los miembros de la IFCN publicamos una declaración en la que se afirmaba la importancia de la libertad de expresión: «El fact-checking pretende proporcionar información adicional, aportando pruebas para corregir y esclarecer mensajes que son falsos, engañosos o a los que les falta contexto importante. La comprobación de hechos no busca expurgar o borrar dichos mensajes, sino preservarlos como parte del debate público al mismo tiempo que ofrece las pruebas necesarias para informar con precisión sobre ello».
La IA, un nuevo actor a contemplar
Más allá de la retirada de las redes sociales, la inteligencia artificial presenta nuevos retos. Aunque reconozco su potencial y yo misma la utilizo, la IA tiene importantes defectos. Por si mismas, estas herramientas «alucinan», una forma agradable de decir que se inventan cosas. Si fuesen seres humanos, diríamos que mienten. Sin una supervisión humana regular y grandes mejoras en su precisión general, la IA amplificará nuestra crisis de información en vez de resolverla. Las empresas de IA deberían trabajar ya con organizaciones de verificación para crear sistemas fiables y precisos. Aunque algunas afirman que el fact-checking está en desuso, las encuestas públicas confirman que la gente quiere que la tecnología reduzca los contenidos falsos y perjudiciales.
Sospecho que la ciudadanía está tan a favor de la verdad porque sabe que la libertad de expresión depende del acceso a información precisa. Una de las mejores novelas que han abordado este tema es 1984, de George Orwell, que es sorprendentemente relevante hoy en día. En la novela, el Partido controla toda la información y trata de prohibir, incluso, los pensamientos que violan su narrativa. La disidencia genuina se hace imposible porque la gente está privada de la base factual para reconocer alternativas.
Cuando se distorsiona o se suprime la información, las personas pierden la capacidad de formarse opiniones auténticas: solamente pueden escoger entre falsedades preseleccionadas. Y cuando la ciudadanía se ve inundada por afirmaciones contrapuestas sin ninguna garantía de veracidad, se vuelve confusa y cínica, dudando incluso de que pueda conocerse la verdad.
Pero hay una verdad objetiva sobre los hechos. A veces, los hechos no pueden documentarse, pero tienen una existencia independiente que no puede ficcionarse. Muchos hechos pueden ser conocidos, probados y a menudo replicados por investigadores honestos. Este es el trabajo de los fact-checkers, y luchar contra el cinismo sobre el propio conocimiento es una de nuestras tareas más importantes.
Recoser la confianza ciudadana
Las instituciones más fuertes de nuestra sociedad –gobiernos, partidos políticos o corporaciones globales– deben rendir cuentas ante la verdad y la evidencia. El periodismo independiente y los tribunales suelen servir de control, por eso los dictadores en potencia los atacan en primera instancia cuando se consolidan en el poder. Las empresas ignoran las quejas de la ciudadanía, pero rectifican rápidamente cuando se enfrentan a noticias o demandas.
Sin embargo, el periodismo se enfrenta a presiones sin precedentes. Cuando el gobierno de Estados Unidos decidió poner fin a la financiación del USAID a principios de año, eliminó un importante apoyo a los periodistas que verifican hechos en Europa del Este, África y América Latina. La retirada de las empresas tecnológicas de las asociaciones de verificación de hechos agrava el golpe. Los modelos publicitarios anteriores a Internet se han hundido y los modelos en línea ofrecen menos recursos. El periodismo sostenible y coherente es el salvavidas de la democracia, pero la búsqueda del conocimiento se enfrenta a un ataque constante.
Estos errores institucionales hacen que esta tarea sea profundamente personal para mí. Mi padre nació en Yugoslavia tras la Segunda Guerra Mundial. Su familia trató de llegar a Estados Unidos, pero fue rechazada, así que fueron a Venezuela. Creció hablando español antes de ir a Estados Unidos a la universidad, donde conoció a mi madre, una estadounidense de ascendencia francesa y española de la Luisiana rural. Ella me enseñó que el conocimiento y el aprendizaje son claves para una buena vida, para la mejora personal y para hacer un mundo mejor. Mi padre también me advirtió de los gobiernos que buscan el poder sobre las personas vulnerables. Hablaba de mentiras repetidas para que pequeños grupos de hombres pudiesen conservar el poder y la riqueza, de prisiones y tribunales utilizados no para hacer justicia, sino para intimidar y silenciar. La democracia era la respuesta, decía, un sistema de frenos y contrapesos que contuviese las pasiones y la codicia humanas en beneficio de todos.
«El futuro de la democracia informada depende de nuestra capacidad para hacer evolucionar los métodos sin perder de vista los valores»
Angie Holan, directora de la IFCN
Sus advertencias parecen hoy proféticas. Veo que la gente desconfía de las instituciones y que los periodistas independientes pueden ser vistos como élites alejadas de la realidad. Por eso debemos reexaminar nuestros planteamientos y nuestro lenguaje, haciendo que nuestros valores perdurables cobren vida para el nuevo momento en el que nos encontramos.
Preguntémonos: ¿sermoneamos a nuestro público diciéndole qué información es buena o dialogamos con él, escuchamos sus preocupaciones y le explicamos nuestros métodos? ¿Escribimos historias de forma obligada con un lenguaje repetitivo o buscamos relatos nuevos y convincentes que despierten interés? ¿Desarrollamos un lenguaje que crea conexiones en vez de alienar? ¿Estamos dispuestos a asumir riesgos, incluso a fracasar, y a mejorar nuestro impacto a través de la iteración?
El futuro de la democracia informada depende de nuestra capacidad para hacer evolucionar los métodos sin perder de vista los valores. Debemos desarrollar enfoques atractivos para la comprobación de hechos que atraigan a la gente. Debemos aprovechar las oportunidades para que la verdad sea convincente y accesible. Debemos ir más allá de la retórica defensiva para hacer hincapié en nuestro verdadero propósito: dar apoyo al público y promover el conocimiento humano.
Cuando nuestro trabajo se dedica a ello, se mantiene fiel a estos preceptos universales. La verdad nos hará libres, la veracidad conduce a la justicia y solamente la verdad triunfa.
Angie Drobnic Holan es la directora de la International Fact-Checking Network (IFCN), una organización mundial sin ánimo de lucro que apoya la relevancia y el valor del periodismo. Antes de incorporarse a la IFCN fue redactora jefe en PolitiFact y reportera del equipo de PolitiFact que ganó el Premio Pulitzer en 2009.