Qué son los alimentos cancerígenos y cómo saber si las recomendaciones que circulan por redes son fiables

La relación alimento-cáncer no existe como tal, porque depende de muchas variables.


Nos habéis hecho llegar un artículo publicado en el portal My Health Reads con más de 200.000 visitas que desaconseja el consumo de 16 alimentos, entre ellos, la salsa de tomate o los edulcorantes artificiales, porque aseguran que son cancerígenos. Se trata de un mensaje que ha aparecido en varias ocasiones en vídeos de Youtube, donde se lanzan mensajes hablando de, por ejemplo, "los alimentos más cancerígenos que existen". Es cierto que existen alimentos que pueden aumentar el riesgo de padecer cáncer —son los que se conocen como cancerígenos o carcinógenos—, tal y como explica la Sociedad Norte-Americana de Oncología, pero estos no tienen una relación tan directa o evidente con la enfermedad, como explican expertos independientes a Verificat.

Entre los alimentos que aumentan las posibilidades de desarrollar un tumor, encontramos las frituras, la carne roja o los procesados, pero en muchos casos la evidencia no está tan clara como para establecer una relación directa. Como ya explicamos, no se recomienda consumir de forma habitual los alimentos que combinan de forma habitual muchos ingredientes —los procesados pueden llegar a llevar más de cinco—, como la bollería industrial.

El riesgo de cáncer en la alimentación, además, resulta de muchas variables y, de hecho, no existe una "relación directa entre un alimento y el cáncer", tal y como indica a Verificat Elena Roura, dietista-nutricionista y portavoz del Col·legi de Dietistas-Nutricionistas de Cataluña (CoDiNuCat) y directora científica de la Fundación Alicia, un centro de investigación en cocina, hábitos alimenticios y patrimonio agroalimentario. El cáncer no es una sola enfermedad y, por tanto, no tiene una sola causa. Existen varios "factores de riesgo", como los genéticos, la exposición ambiental, la dieta o la inactividad física, entre otros. “El aire también contiene compuestos” que pueden ser perjudiciales, y “a la vez estamos en contacto permanente con virus y otros microorganismos”, añade Susana Buxaderas, profesora titular de nutrición y bromatología del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía de la Universidad de Barcelona (UB).

Los alimentos, pues, pueden contener muchas sustancias, e influirá en el riesgo de desarrollar cáncer la variedad en la dieta de cada uno, la cantidad ingerida y la preparación de los alimentos, como explica la Sociedad Americana de Oncología Clínica. Para analizar el efecto de un solo compuesto concreto, debería suministrarse a animales de investigación el compuesto puro y observar sus efectos. "Después se busca qué alimentos contienen estos compuestos y se presupone que podrán abarcar los mismos efectos al hombre", añade Buxaderas.

La realidad es que la gran mayoría de alimentos contienen algún compuesto efectos perjudiciales, “pero también contienen otros que son deseables”, apunta la experta.

Los milagros no existen

Es importante aprender a distinguir las fuentes más verídicas para saber si un producto es o no saludable. Por lo general, los artículos que promocionan la alimentación saludable deberían citar fuentes reconocidas como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la World Cancer Research Foundation (WCRF) o investigaciones científicas revisadas por pares. También podemos encontrar fondos fiables de carácter más local, como es la Fundación Alicia, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el Ministerio de Sanidad o la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que dispone de un repositorio con portales y organizaciones nacionales e internacionales orientadas a la alimentación, dietética y nutrición.

El artículo que nos habéis enviado, no enlaza ni cita con detalle las investigaciones científicas a las que, supuestamente, hace referencia. Esto ya debería hacernos dudar: en una publicación de este tipo, es importante “distinguir si cuando te dan una explicación de algo, debajo te están diciendo cuál es la fuente que se ha consultado, cuál es la bibliografía científica que se ha utilizado”, apunta Roura. Un ejemplo de buena publicación sería esta de La Vanguardia o esta de El País; en cambio, la publicación que origina el artículo que nos ocupa, o este publicado en Men's Health no citan las fuentes ni dan argumentos para justificar las afirmaciones que hacen, y por tanto, deberían hacernos sospechar de la veracidad de la información.

Lo primero que hay que hacer cuando nos llega un artículo de este tipo es "mirar si existe algún tipo de interés comercial de algún producto", según indica Roura. "La gente lo que quiere son mensajes muy contundentes y muy impactantes", que sean fáciles de aplicar y "que siempre tengan este componente como milagroso. Que despierten la emoción”, añade la experta. "Para la prevención del cáncer y el tratamiento, lo importante es una alimentación equilibrada, que incluya alimentos de todos los grupos, que asegure los alimentos ricos en proteína", concluye. Eso sí, debemos encender el radar para detectar en qué páginas web podemos confiar.

De la carne roja a la comida rápida

Las carnes rojas —cerdo, ternera y cordero— y procesadas —tocino, jamón o salami— son los alimentos que generan mayor preocupación a nivel de salud humana por su potencial carcinógeno, tal y como indica el Centro de Investigación en cáncer de Reino Unido. En concreto, las carnes procesadas pertenecen al grupo 1 dentro de la clasificación de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) —grupo de 122 productos clasificados como carcinogénos para los humanos—, el mismo grupo en el que se engloban el alcohol y el tabaco.

Por otra parte, los ultraprocesados, dentro de los cuales encontramos la comida rápida, son productos que no nos hacen ningún bien y que se consideran "nutricionalmente inferiores". Una forma de visualizar qué alimentos encajan en esta categoría es pensar en el número de ingredientes que lleva cada producto: los ultraprocesados pueden llegar a llevar más de cinco y se elaboran mayoritariamente a partir de componentes extraídos de los alimentos, como grasas o azúcares. Los alimentos ultraprocesados por lo general tienen más calorías y azúcar, menos proteínas y fibra, como ya explicamos.

Para reducir el riesgo de cáncer o de aumento de peso, organizaciones como el Fondo Mundial de Investigación contra el Cáncer o la Organización Mundial de la Salud (OMS) establecen una serie de pautas de alimentación saludable, que consisten en limitar el consumo de "comida rápida" y alimentos procesados ricos en grasas, almidones o azúcares, limitar el consumo de carne roja y procesada, de bebidas azucaradas y el consumo de alcohol.

Los edulcorantes artificiales

Otro de los ingredientes que el artículo que nos habéis hecho llegar cita como uno de los más peligrosos del mercado son los edulcorantes artificiales, es decir, aquellos químicos que se utilizan para sustituir el azúcar. Estos componentes están presentes, por ejemplo, en productos “light” o “diet”, de los que seguramente hemos oído decir que engordan menos. ¿Pero qué significan realmente estos términos? La etiqueta puede significar menos calorías, grasas o sodio, según la Sociedad Americana del Cáncer. “Muchas personas piensan que 'bajo en grasas o en calorías' significa que pueden comer muchos alimentos sin tomar demasiadas calorías. Normalmente esto no es cierto”, apunta el organismo. De hecho, la web explica que si comes el doble de la versión "light" de un alimento, a menudo acabas tomando más calorías que con una porción estándar de la versión normal.

Existen once edulcorantes aprobados como aditivos alimentarios por la Comisión Europea, como explica la Asociación Internacional de Edulcorantes (ISA). La presencia de un edulcorante se indica en la etiqueta del alimento y también en la lista de ingredientes, mediante el nombre completo/número "E". La "E" de cada aditivo hace referencia a Europa e indica que el aditivo alimenticio es seguro y aprobado en alimentos y bebidas distribuidos en este territorio. El Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NCI) explica que, hasta la fecha, los edulcorantes no se han relacionado con el cáncer en los seres humanos.

El azúcar blanco, un 'precursor' de los factores de riesgo

"El azúcar no es una sustancia cancerígena", afirma la web del Consejo de Cáncer de Australia. Sin embargo, el organismo indica que su consumo excesivo, “especialmente los azúcares añadidos en bebidas y alimentos procesados, puede contribuir a la obesidad, que es un factor de riesgo importante para el cáncer”.

Coincide con ellos la web de investigación del cáncer de Reino Unido, que insiste en que la relación entre cáncer y azúcar es, precisamente, indirecta, puesto que “consumir grandes cantidades de azúcar a lo largo del tiempo puede provocar un aumento de peso, y existe evidencia científica robusta que muestra que tener sobrepeso u obesidad aumenta el riesgo de 13 tipos diferentes de cáncer. De hecho, la obesidad es la principal causa prevenible de cáncer después de fumar".

Pese a la mala fama que siempre le ha acompañado, el azúcar nos abastece de glucosa, que es un combustible esencial para nuestras células, especialmente las del sistema nervioso central. "Todas las células, normales o cancerígenas, lo utilizan como combustible (…) para su reproducción y propagación", explica a Verificat Susana Buxaderas, pero la glucosa no es la causa de la aparición de células anormales o cancerígenas, “sino que esto radica en la alteración del ADN [el material genético]”.

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